Javier de Nevares recuerda que la primera vez que vio personalmente a Fernando Peña fue después de una función de su obra Sit down tragedy, en el teatro Margarita Xirgu. Los presentó un amigo en común, el hijo del juez Marquevich. La primera impresión no fue del todo buena: “Fernando estaba bastante agresivo, intratable”, recuerda Javier. Dos días después, Peña lo llamó por teléfono: “Me convocó para trabajar con él en unos guiones. Pero como su vida era completamente anárquica y teníamos que terminar los libretos en un mes, me dijo que me tenía que quedar a vivir con él. Enseguida, para despejar cualquier duda, me aclaró: ‘Quedate tranquilo que no te quiero coger’. Así entré en su mundo”, agrega.
De Nevares fue el último partenaire de Peña: sobre el escenario del teatro Metropolitan 2 hicieron Diálogos de una prostituta con su cliente. Javier era el cliente y Peña, la prostituta, obvio. La última función fue semanas antes de su muerte. Pero debajo del escenario De Nevares también fue la última pareja del histriónico artista. “Fernando me decía que yo era su bonus track”, define.
–¿Y qué fue él para vos?
–Fue mi manera de ser libre, porque yo crecí rodeado de muchos prejuicios que vienen de la mano con la clase social en la que crecí: el San Agustín, el Champagnat, el rugby... Cuando conocieron mi relación con Fernando, en mi mundo todos se pusieron de culo.
–¿Nunca habías imaginado antes que te podía gustar un hombre?
–Había tenido pensamientos, pero nunca había dicho “soy un homosexual declarado”. Ojo, tampoco te lo diría ahora. A mucha gente le puede caer mal, pero hoy yo puedo tener una novia. Fernando decía:“Los bisexuales son todos una mierda”. Pero sinceramente, hoy no podría definirme... ¡ni necesito hacerlo!
–Fernando Peña siempre fue transparente en su vida: habló de sus enfermedades en televisión. ¿Nunca le tuviste miedo al HIV?
–No, nunca. El prejuicio en base al sida es muy retrógrado. Hoy nadie se muere de sida, está súper controlado. Cuando Fernando murió se podría decir que era HIV negativo: el virus era casi indetectable en su sangre.
–¿Vos te hiciste el test?
–Sí, el año pasado, y hace tres semanas volví a hacerlo: soy negativo. Pero nunca tuve miedo, porque hoy la medicina evolucionó: con cuarenta centavos de dólar por día un infectado puede vivir una vida plena.
–¿Cómo analizás los registros de los últimos momentos de su vida? ¿Había morbo? ¿Es cierto que se reía de la muerte?
–Creo que él exprimió todo, porque siempre fue al límite. Nunca tuvo filtro. Consideraba a la muerte como algo natural e inevitable. Una vez proclamó: “Yo le deseo una enfermedad terminal a todo el mundo”... Quería decir que vivir una experiencia tan cercana a la muerte nos haría mejores a todos. Tal vez la suya se adelantó un poco, pero no tengas dudas de que vivió con gran intensidad.
–¿Puede haber tenido que ver con una necesidad de trascender, como expresar un último deseo de “No se olviden de mí”?
–Seguro. Todo el mundo quiere trascender a su muerte. Y mucho más un artista. No creo que se haya arrepentido de nada. El siempre hizo todo con gran convicción.
–¿Cómo cambió tu vida en estos dos últimos años y medio?
–Me pasaron cosas muy fuertes: mi viejo murió un 19 de junio de 2008, y un año después, el 17 de junio de 2009, murió Fernando. A los dos los vi tirados en la cama, los acompañé hasta su último aliento. Quizá mi viejo no fue del todo feliz, no pudo concretar sus sueños y terminó su vida con cierto vacío. Yo vi la descomposición de su cuerpo y la de su alma. Fernando, en cambio, murió después de hacer todo lo que quiso.
–¿Tuviste que dejar la casa que compartían?
–Sí. La verdad es que todo fue muy choto. No entendía nada: durante más de un año fue mi hogar, y de un día para el otro me tuve que ir. A veces te querés agarrar de lo material para seguir cerca de alguien. Pero después me di cuenta de que eso no era lo importante.
–<¿Quién recibió su herencia?
–Federico, el hermano, que está en Washington y no creo que venga a ver qué quedó. El siempre fue muy ajeno a todo lo que tenía que ver con Fernando. De hecho, desde que tiene 20 años vive en los Estados Unidos. Recibió la herencia, aunque no había demasiadas cosas...
–¿Cómo creés que toman sus afectos que vos aparezcas como un referente a la hora de hablar de Fernando?
–Puede ser que en un momento una ex pareja que estuvo diez años con él haya dicho: “¿Quién es este pibe para hablar tanto?”. Pero yo viví una parte linda con él. Soy actor y aprendí mucho a su lado, creé junto a él, lo acompañé... Hablo de la parte que me tocó acompañarlo. Lo que tomé de él me gustaría seguir contándolo y transmitiéndolo como yo puedo.
–¿En algún momento te creíste Peña?
–No. Las imitaciones son siempre muy burdas. Nunca quise emularlo, no tengo su talento. Tal vez algún día lo alcance... Lo que hago es tratar de contagiar la pasión que me transmitió. Capaz, un pibe que no lo conoció puede leer algo de lo que digo y lo tome. Además, para mí fue un maestro, un mentor. ¿Por qué no podría hablar de él?.