"Mili-tooo, Mili-tooo". El Santiago Bernabéu (o la mitad del estadio) estalla en un sólo grito, unánime. Diego Milito acaba de convertir el segundo gol de la final de la Champions League, su segunda anotación, y el público se rinde a sus pies. Sus goles sirvieron para llevar al Inter a lo más alto de Europa, para ganarle 2-0 la final al Bayern Munich y para que el técnico Mourinho siga en boca de todos, de los que lo aman en base a su juego efectivo y los que no, porque pretenden ver otro fútbol, uno vistoso, agradable a los ojos.
El ex Racing abrió una final que estaba muy disputada, reñida y aburrida por demás. A los 35', el delantero pivoteó, hizo una pared con Sneijder y fue a buscar la devolución entrando al área. Allí, ante Butt, no se encegueció: amagó una vez y luego, con el arquero tambaleando, la colocó arriba.A partir de ese momento, el Bayern se hizo con la posesión de la pelota durante casi todo el partido. Pero como ya pasó ante Barcelona (esta vez no tan al extremo), el equipo italiano sumó jugadores en defensa y le hizo casi imposible al rival generar situaciones claras. En algunos pasajes, Eto'o se tiró a jugar como volante por derecha y hasta ayudó en la marca a Cambiasso. Bayern dependía de una genialidad de Robben.El partido ganaba en emotividad pero no era bien jugado. Estaba abierto porque Bayern continuaba con la posesión y porque metía mucha gente en ataque, con más empuje que otra cosa. Pero a 20' del final Milito le bajó la persiana al juego. Recibió la pelota a pocos metros del área, sacó a bailar a un defensor (le amagó para un lado y para el otro) y definió suave, al segundo palo del arquero. Así le dio una inmensa alegría al Inter, a los miles de hinchas que llegaron a España, a Mourinho, a sus compañeros argentinos (Samuel, Zanetti y Cambiasso) y, sobre todo, a Diego Armando Maradona, que sabe que cuenta con un delantero de lujo y que pasa su mejor momento.
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