–En primer lugar, me voy a tomar el atrevimiento de saludarte en nombre de muchos argentinos. ¡Felices 50 años, Diego!
–Gracias... Lástima que me tuve que venir a Londres para festejarlos, porque en mi país me arrancaron las ganas de soplar las velitas. Tenía toda la fiesta preparada y un viejo malo vino, entró por la ventana y se llevó los sándwiches, la torta y los regalos.
–Estás hablando de Julio Grondona, ¿no?
–Sí, porque aunque eran muchos los que querían que yo siguiera, él se empacó y se dejó llenar la cabeza por su hija y por un entorno perverso.
¿Cómo fue el encuentro con tu nieto Benjamín?
–¡Tremendo! Lo llevé a la plaza, lo llené de regalos, le di besos, mimos, abrazos y jugamos a la pelota juntos.
Maradona se reunió con su amigo Claudio Caniggia en su viaje a Londres |
–¿Cómo anda con la redonda?
–¡Ese pibe va a ser un fenómeno de verdad! Heredó lo mejor de mí y del Kun. Tiene un año y nueve meses y ya le pega a la pelota con comba, cabecea y tira gambetas.
–Con tanto entusiasmo, ¿no tenés ganas de volver a ser papá?
–¡En las últimas notas siempre me preguntás lo mismo vos! No, con Benja estoy bien. Por suerte lo tengo a él para disfrutarlo.
–Te lo pregunto porque con Vero se los ve muy enamorados. Además, dicen que la cigüeña viene de París y ustedes no están tan lejos.
–Tengo que confesarte que sí, que con Vero encontré el amor que me faltaba. Una mujer que se bancó que en lugar de viajar a la playa a tomar sol, nos fuéramos a cagar de frío a Europa porque yo tenía que ver a los jugadores. Y nunca dijo nada.